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viernes, enero 07, 2011

SAN LUIS- ARGENTINA: CUNA DEL HORROR Y LA VIOLACIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS A GUADALUPE REBECA DI FALCO

NO CALLAR LA VERDAD CUANDO SUDECE UN HECHO VIOLATORIO DE LOS DERECHOS HUMANOS: GUADALUPE REBECA DI FALCO 4 AÑITOS DE EDAD...
UNA VICTIMA MÁS DE UN CRIMEN DE LESA HUMANIDAD.

QUE HA DICHO EL MEDICO FORENSE SOBRE ESTE CASO:




La necropsia: donde los cuerpos hablan. Cuando creyó haber visto todo, el forense Ricardo Torres revisó a la nena asesinada y recordó el dolor que le causaron.



En 20 años de carrera, el forense Ricardo Torres ha visto muertos de todo tipo. Apuñalados de a decenas de veces con impulsos pasionales, trizados a balazos y envenenados. Incinerados en las hogueras del descontrol, ahorcados con las sogas del desconcierto y ahogados en las aguas de la confusión.

A todos los ha revisado y ha tratado de explicar las causas de muerte a la Justicia.


Ese debate carcome al médico desde que el lunes tuvo que revisar el cuerpo de Guadalupe Rebeca Di Falco. Simplemente, no sabe cómo explicar que alguien pueda ocasionarle semejante tormento a una nena de no más de un metro de altura.


Tiene que indicar que cuando en su informe dice “lesiones unguales” no quiere decir simplemente que alguien rasguñó a la nena. Los gatos rasguñan. Las mujeres en pelea rasguñan. Los niños rasguñan. Las piedras -insensibles y frías, como el asesino de Guadalupe- no rasguñan. A la nena le clavaron las uñas en la carne, las penetraron, para causarle más dolor. De ese tipo de lesiones, la nena tenía por todo el cuerpo. Y Torres, parado frente a la palidez del cadáver menudo, no pudo menos que conmoverse.

“Es imposible soportar eso sin que se muevan algunas fibras. Sobre todo porque uno se pone en el lugar del que sufre. Y además, no sé porqué, yo tengo una predilección por los niños”, dijo el forense, padre de una mujer que ya le dio nietos.


“Nadie se imagina la manera en la que me afecta este caso”, confirma Torres y calla. Guadalupe sufrió de una manera que debió transportarla a los gritos desgarradores y al llanto imparable. Ni siquiera un adulto hubiera soportado el trauma en el silencio de los inocentes.


En los 40 centímetros de tórax de la nena, habían 45 lesiones sangrantes. En la espalda tenía 23 hematomas y en las extremidades las señas inconfundibles de las quemaduras de cigarrillos se esparcían como las manchas en un tigre.

El fumador apagaba las brasas sobre el cuerpo, lo que precisa una presión extra al hecho simple de posar el extremo encendido.Y tenía lugares predilectos. Por ejemplo, Torres descubrió que la nariz de Guadalupe fue usada como cenicero tantas veces que había comido el tejido, que no tiene forma de restablecerse.


La consecuencia fue una mueca más para que el rostro de la nena quedara desfigurado, junto con las marcas de golpes de todo tipo. Si Guadalupe no se parecía a Guadalupe cuando la encontraron muerta en su casa de Los Inmigrantes al 1500 fue porque su cara no se parecía en nada a la de una nena de cuatro años.


Ese rostro colorado por la sangre, hinchado por golpiza, salpicado por las quemaduras no era el de la nena rubia que, mugrienta y descuidada, solía asomarse a la puerta de la casa en una de las pocas visiones que los vecinos pudieron tener de ella.


Una parte del labio inferior de la nena estaba arrancado. Al principio se pensó que el mismo castigador, en su afán por darle el mayor sufrimiento posible, le había extraído violentamente la carnosidad de la boca.


Pero luego se comprobó que en realidad la lesión fue producida por la propia Guadalupe, quien cuando era castigada se mordía esa parte para soportar de una manera más íntima el sufrimiento...

Guadalupe no tenía signos de haber sido violada”, aclara el forense.

 

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